En los últimos tres años, el mundo ha sido testigo de una acelerada carrera por encontrar un tratamiento capaz de curar la primera pandemia del siglo XXI. Tomó apenas unos 12 meses fabricar las primeras vacunas contra COVID-19, y unos cuantos meses más para lanzar al mercado el primer tratamiento específico.
En contraste, hay otra pandemia que lleva cuatro décadas de existencia y para la cual todavía no se logra desarrollar ni una vacuna ni una cura, estamos hablando del VIH.
Cuatro décadas de historia
En 1981 se reportaron los primeros casos de un extraño síndrome que aparecía en hombres jóvenes, atacándolos con enfermedades infecciosas que, de entrada, no solían presentarse juntas, además de que sólo las sufría la población de la tercera edad o aquellos que tenían un sistema inmunológico muy debilitado.
Conforme fueron surgiendo más casos de dicho síndrome, algunos médicos se interesaron por encontrar la causa. El problema era que el cuadro clínico se detectaba principalmente en hombres homosexuales, por lo que no había mucho interés del gobierno de Estados Unidos (donde inició esta pandemia) por atender la salud de esta población.
Fue hasta dos años después, en 1983, que se identificó que un nuevo virus era el causante del síndrome. Después de varios debates, se les otorgó el nombre de Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) y síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), respectivamente.
Tuvieron que pasar dos años más para que estuviera lista la primera prueba de detección específica para el VIH, y tomó más años todavía el desarrollar las pruebas que contabilizan la cantidad de virus que circulan en la sangre.
Este largo camino recorrido llevó a que, en 1996 (15 años después de los primeros casos), se lanzara el primer tratamiento altamente efectivo para controlar la infección por VIH y evitar así la etapa de sida, lo que ha salvado millones de vidas desde entonces.
¿Cómo actúa el VIH?
Mucha gente se pregunta por qué, si ya han pasado 40 años de investigación científica sobre el VIH, no se ha encontrado la cura. La clave está en su comportamiento, muy diferente del de otros virus conocidos.
En primer lugar, el VIH no tiene como objetivo un órgano específico (como los virus de la hepatitis, que atacan al hígado, o el SARS-CoV-2, que ataca a los pulmones). EI VIH se enfoca en las células del sistema inmunológico llamadas linfocitos T CD4, o simplemente CD4.
Dichas células no son sólo integrantes del sistema de defensa del cuerpo, sino que predominan en muchos de los procesos de este sistema y se podría decir que coordinan la respuesta inmunológica de otras partes del sistema inmune.
Cuando un virus VIH logra ingresar a una célula CD4, utiliza el material genético de ésta para fabricar copias de sí mismo (replicarse), lo cual destruye a la célula y a la vez crea más virus. Con esto, el VIH va destruyendo el sistema que debería detenerlo, y así puede seguir aumentando su número dentro del cuerpo.
¿Por qué los tratamientos no lo curan?
La función de los fármacos existentes es bloquear alguno de los pasos que sigue el VIH para replicarse. Al no completarse la replicación, no se crean más virus, y los que intentaban replicarse quedan destruidos, con lo que se logra reducir paulatinamente el número de virus en la sangre.
Hasta ahí podría parecer que el final de esta dinámica es que desaparezca hasta el último virus, con lo cual se erradicaría la infección, pero hay un problema: los reservorios virales.
Algunas copias del VIH se “esconden” en ciertos sitios del cuerpo donde se almacenan células CD4 que aún no han entrado en acción, las infectan y permanecen latentes dentro de ellas por un tiempo indefinido. Estos escondites están principalmente en los ganglios linfáticos, pero también en órganos como el cerebro o el intestino. Mientras los virus están en los reservorios, el sistema inmunológico y los medicamentos no pueden detectarlos y, por tanto, no los pueden atacar.
Si el tratamiento antirretroviral se suspende, las copias del VIH escondidas en los reservorios “despiertan” y salen de ellos, continuando su proceso de replicación y aumentando su número exponencialmente.
Es por esto que el VIH no se ha logrado erradicar del cuerpo humano, y por ello los científicos trabajan en encontrar una forma de que los virus no se escondan, o bien, de hacerlos salir de esos escondites y entonces el sistema inmunológico pueda eliminarlos.
¿Qué hacer sin una cura?
Hasta el momento, decenas de estudios han demostrado que los tratamientos antirretrovirales son muy efectivos en mantener a raya al VIH. Este control tan efectivo se refleja en que el sistema inmunológico se mantiene fuerte y cumple su función de defender al individuo de otros microorganismos dañinos.
Es por esto que, aunque no se ha inventado una cura, el VIH se ha convertido en una enfermedad crónica que tiene una alta expectativa de vida para quienes toman correctamente su tratamiento.
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